Tanto le silbaban por la vereda al jirafo, que no hacía mas que giraaar y giraaar su laaargo cuello-cuello para ver si entre los silbadores, estaba la okapi dueña de sus sueñas. El pobre jirafo ni dormir podía del dolor que le afligía, todo el cuello retorcido, cansado y dolorido. 20ysiete masajistas, de linimento una piscina, cientotreintayt3 metros de toallas, ... una movida, vaya!
Hasta que la gacela Johnson&Johnson le construyó un collarin. Este es el fin.
* Le siguen silbando, pero no sabemos si es por su look innovador o por el apéndice zoortopédico que con tanta gracia porta.
* La señora tortuga tiene goteras, glups!
Ji, ji, ji ...
ReplyDeleteRafa